Etimológicamente, la palabra “inmueble” viene del latín “immobilis”, traducido como “inmutable” o “inmóvil”. El sector inmobiliario se sustenta pues sobre cosas que no se pueden mover, léase, los cimientos, los ladrillos y las construcciones. Y en una época no tan lejana, el sector inmobiliario era precisamente eso, inmóvil, permanente y estable.
Ser contratado por una gran promotora era —para muchos— como ganar la lotería, porque suponía tener trabajo “para toda la vida”. El modelo de negocio era bastante convencional, y las locomotoras de las empresas lo constituían sus equipos comerciales. En las épocas de mayor actividad, el residencial se vendía sobre plano, a pie de obra en la caseta de ventas, y la bonanza económica impulsaba a su vez el terciario y comercial. Todos los indicadores eran positivos, los precios subían y nadie se hacía preguntas sobre la eficiencia de los procesos, sobre la excesiva burocracia o sobre los costes de transacción. Como se duele decir en inglés, “if it ain’t broke, don’t fix it”.
E hicimos caso a esta máxima. Surcamos la cresta de la ola hasta que la burbuja estalló y se vino abajo el castillo de naipes; resulta que el sector inmobiliario no era tan estable, al fin y a la postre. Era el año 2008.
Pero tras la correspondiente travesía del desierto y habiendo disfrutado de una rigurosa cura de adelgazamiento, el sector resurgió transformado de sus cenizas. A su experiencia y habilidades inmobiliarias de antaño, hubo que sumar nuevas capacidades financieras y organizativas. Hicieron acto de presencia nuevos vehículos e instrumentos de inversión inmobiliaria colectiva, expulsando a la fuerza laboral menos preparada y cultivada. Ya no era suficiente con ser comercial, sino que había que ser “consultor”. Las grandes empresas de la intermediación inmobiliaria sofisticaron y ampliaron su catálogo de servicios, con el fin de atender las necesidades ampliadas de los nuevos “reyes del ladrillo”; SOCIMIs, FIBRAs, fondos internacionales de inversión, etc.
Volvimos a ver el futuro más despejado. En efecto, hubo que adaptarse a la nueva realidad, pero uno podía reciclarse y buscar la formación adecuada para no perder el tren. El saber no ocupa lugar y, en efecto, el sector inmobiliario estaba necesitado de sofisticación; sobre el papel, todos salíamos ganando, y el resultado de la crisis inmobiliaria fue un sector más ágil, más profesional, más resiliente, más estable y más eficiente.
Bien, por fin, de nuevo, un poco de estabilidad…

¿Qué camino seguir para liderar el cambio del sector inmobiliario?
Lo siento, pero la estabilidad se acabó
“Pues va a ser que no”, como decían aquellos anuncios de Digital+, emitidos precisamente durante la época del boom inmobiliario en España.
Va a ser que no, porque a la variable inmobiliaria y financiera del sector, se une una nueva variable altamente distorsionadora: la tecnología.
¿Cuentas con una buena formación y experiencia inmobiliaria? Bien por ti.
¿Te has reciclado y has pulido tus conocimientos financieros? Enhorabuena a todos los premiados.
¿Y qué me dices de la tecnología? ¿Cómo, dónde y en qué te vas a formar? ¿Cómo has pensado prepararte para la disrupción que prometen tecnologías como el big data, el internet de las cosas, la inteligencia artificial, el blockchain o la realidad virtual?
¿Cómo vas a evitar que tu trabajo no lo termine haciendo un ordenador, una máquina, o incluso un robot?
Si ostentas un cargo de responsabilidad en una empresa inmobiliaria, ¿cómo vas a capear el temporal que se avecina?
El problema —y la oportunidad— que representa la revolución del PropTech es que no sabes por dónde te va a venir el tiro y, ciertamente, una alternativa es quedarse en la trinchera… pero quedarse en la trinchera tiene un problema; aunque inicialmente no estés expuesto al fuego enemigo, es muy difícil saber lo que está sucediendo a tu alrededor. ¿Es esto lo que realmente quieres? ¿Vas a ignorar el cambio? ¿O vas a permitir que otro salga de la trinchera para liderar la transformación del sector?
¿Qué riesgos estás dispuesto a asumir?
Si te sirve de consuelo, no eres el único que está perdido antes los nuevos retos del sector inmobiliario, pero soplan vientos de cambio; ¿vas a izar las velas y allanar tú el camino?
Jorge es un profesional inmobiliario con más de 15 años de experiencia, especializado en innovación inmobiliaria, desarrollo de negocio y corporate real estate internacional.
Jorge también es autor de «Officeye, la Guía de Edificios de Oficinas de Madrid» y de «Blockchain para todos los públicos y sus aplicaciones en el sector inmobiliario, financiero, sanitario y cultural»